La falta de amor propio te impide ver quien eres

Como muchas otras veces, vamos a darle vuelta a ciertas ideas erróneas. Tal vez has creído que el miedo a que te maltraten proviene de haber sufrido una experiencia previa de maltrato, pero en realidad es al revés: los miedos que hay en ti hacen que los otros te traten mal.

Tres enemigos insidiosos

Los miedos a no ser suficientemente bueno, al disfrute y al éxito te hacen manifestar culpa en tus relaciones. Sientes que siempre falta algo y que lo que das no basta. No es que los demás te lo digan, pero tú crees que no alcanza. En particular, el miedo a no ser suficientemente bueno hace que te vean como poco merecedor.

No vale la pena conservar lo que no disfrutas

 

Sientes en tu cuerpo que siempre falta un poquito más, y la frecuencia vibracional que irradias a causa de ese miedo hace que los demás perciban que estás en deuda con ellos. ¿Y entonces qué hacen? Te desvalorizan, te faltan al respeto y no tienen en cuenta la valía que posees.

Ahora te voy a contar por qué sientes eso, y después te daré una solución que te permitirá establecer relaciones sanas. Recuerda que el creador o creadora de la toxicidad en tu trato con los demás eres tú, al emanar una frecuencia vibracional que hace a los otros relacionarse contigo de la forma en que más temes.

Esa misma persona que te desvaloriza y te falta al respeto puede ser muy respetuosa en otros ámbitos. Observa cómo te relacionas con tu mundo, y si la gente no te está tratando como mereces, es a causa de la falta de amor y confianza en ti mismo. Esa culpa que sientes hace que los demás te resten importancia.

¿Estás todavía dentro del juego?

Podrías preguntarte: ¿Por qué sentimos esos miedos? Y la respuesta es que estamos dentro del juego de la ilusión de la inconsciencia. En este plano físico se ha llevado a cabo un juego entre los seres humanos, y quienes se aferran a la tercera dimensión están todavía jugándolo.

Estos seres permanecen dentro del juego porque todavía deben trabajar en la transformación de sus miedos y en alcanzar su total empoderamiento. Les falta reconocer que son dioses vivos; dioses en acción que no necesitan de nada ni de nadie.

En tanto no trabajes estas situaciones, seguirás experimentando el juego de la ilusión de la inconsciencia, dentro del cual todos los miedos que están grabados en tu mente consciente o inconsciente se te disparan una y otra vez. Al hacerlo, detonan emociones negativas y sentimientos tales como la falta de valía y la desconfianza.

La inoculación del miedo a no ser suficientemente bueno

El miedo a no ser suficientemente bueno ha sido una inoculación que forma parte de este juego de la ilusión de la inconciencia. Se nos inoculó de una manera muy sencilla: Se nos contó una historia en la cual Dios mismo nos echó del Paraíso porque fuimos malos y pecamos.

Comprueba como inicia el libro bíblico del Génesis, en el cual Dios le advierte a Adán que en el árbol del bien y el mal hay un fruto que no puede tocar. Sin embargo, vino la viborita y le dijo a Eva: «¿Por qué no lo comes?». Entonces, tenemos una criatura que quiere hacer lo que desea y un Dios que se lo prohíbe.

Y cuando esa criatura satisface su deseo, es castigada. Así pues, nos han echado por ser malos, y ahora cargamos con el pecado original. Te han expulsado porque deseabas algo y no hiciste caso a la prohibición. Ahí se inoculó a toda la humanidad el miedo a no ser suficientemente bueno. Lo tenemos todos.

Esta inoculación fue sostenida por nuestros propios padres

La inoculación de los miedos se ha sostenido de maneras muy sutiles. Podrías decir ahora: «Bueno, eso es solo un texto muy antiguo y ya nadie lo cree». No obstante, el siguiente eslabón de esta cadena son nuestros propios padres, quienes ante el más mínimo error que cometemos nos castigan por no ser suficientemente buenos.

¿Y qué error puede cometer un pequeñito que sea tan grave como para que sus padres lo castiguen y le digan que lo hace todo mal? Ese es el cimiento en el que se sostiene el miedo a no ser suficientemente bueno. Y lo hemos construido todos, de generación en generación, a lo largo de cientos de miles de años.

Fíjate qué simple fue sembrar un miedo y luego sostenerlo. Y muchos lo sostienen en este mismo momento. Hacen sentir mal a los otros por no ser lo suficientemente buenos. La viborita todavía anda por ahí hablando con mucha gente, aprovechándose de que algunos desean y otros los castigan por desear.

Y así, al crecer te vas sintiendo con poca valía. Los primeros que no te respetan son los mismos que están sosteniendo la manipulación a través del miedo. A lo largo de toda nuestra vida adulta la sostenemos repitiendo exactamente lo mismo que nuestros padres nos enseñaron. No es difícil sostener una inoculación.

Nos relacionamos con los demás de la misma forma en que fuimos tratados de niños. La baja frecuencia que irradias hace que los demás te vean como tú te ves.

Más allá de la bondad

En realidad, esa visión es una memoria inconsciente. Podrás gritar a voz en cuello que vales mucho y que te mereces el mejor trato del mundo, pero una cosa es lo que dices de forma consciente, y otra lo que tu frecuencia vibracional transmite como producto de tus miedos.

Y te aseguro que cuanto más grites lo mucho que vales, más miedo hay en ti. Un ser que de verdad se siente con valía no tiene que exigirle a los demás que lo respeten. No se pregunta si es bueno o malo; simplemente es, y se comporta tal cual desea ser, sin detenerse a pensar si es lo suficientemente bueno como para merecer.

No lo atormenta el pensar si debe hacer esto o lo otro, o dar de más para que piensen que es bueno, o demostrarlo a través de algún gesto. Muchas de tus elecciones a lo largo de tu vida no están regidas por los deseos de tu alma, sino por lo que «deberías hacer», lo «políticamente correcto», o lo que «deberías» manifestar.

Hay seres que demuestran con sus actos ser extraordinariamente buenos, y tienen relaciones atroces. Piensas: «¿Cómo es posible que no lo respeten si manifiesta tanta bondad y tiene tantos gestos maravillosos?». Lo que ocurre es que esos seres están manifestando por dentro los grandes miedos que hemos mencionado.

Todos somos tratados de acuerdo a lo que verdaderamente sentimos. Muchos actos que parecen ser impulsados por la más pura filantropía son producto del miedo y no del amor.

La inoculación se reforzó por la noción del «pecado original»

La idea de un primer pecado fue sostenida por la religión, una organización muy poderoso que ha controlado a buena parte de la humanidad hasta hoy. Sin embargo, sentir que todo lo que te gusta es pecado ya no es una noción tan limitante como antes..

Esta idea del pecado original se ha sostenido a nivel planetario a través de las religiones, y de allí ha permeado a cada núcleo familiar. Es sostenida incluso por muchas personas que se consideran ateas, porque aunque dicen no hacerle caso a ese concepto, está dentro de sus mentes inconscientes.

Entonces, tal vez hacen lo que quieren, pero saben inconscientemente que si «pecan» tendrán consecuencias, y al final terminan arrepentidos. Casi no hay ateo que muera sin clamar misericordia a Dios, y es que para ser rebelde tienes que reconocer la existencia de ese algo contra lo que te has rebelado.

Por lo tanto, hasta el más ateo también observa el pecado original. No hay quien se salve de este miedo. Entonces, no te sientas mal; todos venimos a participar del juego de la ilusión de la inconsciencia. No obstante, ha llegado el momento de empezar a salir de él y de todas las inoculaciones que nos hacen sentir limitados.

La mejor ofrenda a Dios es vivir feliz

Esos miedos hacen que nos sintamos diferentes a lo que en realidad somos: Seres omnipotentes; dioses vivos y en acción. Todos nosotros manifestamos una individualización de Dios. Cuando descubrí que yo era ese Dios individualizado, pude avanzar mucho más rápido, porque me supe merecedora de todo.

De tal manera, si sentía tristeza, le pedía perdón a ese Dios que soy yo por sentirla. Cuando enfocaba mi mente en algo que era carencia, recordaba que en realidad soy este Dios vivo. Hacía ese reconocimiento de inmediato y empezaba a respetar a este Dios vivo que soy en todo lo que veía y sentía.

Eso me sirvió muchísimo para reconocer cada vez más que yo no era solamente este cuerpo humano, sino un Dios dentro de un cuerpo humano individualizado; una parte individualizada de la gran Totalidad. Como consecuencia, yo tenía que mostrar la benevolencia más grande dentro de este plano físico.

¿Qué le ofrendarías tú a este Dios individualizado que eres? ¿Lo peor o lo mejor? Considera la gran importancia de reconocer nuestra verdadera esencia. La falta de merecimiento, de amor a uno mismo y de confianza en uno mismo son ofrendas muy pobres. En cambio, si te reconoces como un Dios vivo, te respetas y aprecias.

La verdad nos hace libres, pero ¿qué verdad?

 

Yo decía: «Ya que soy un Dios vivo, tengo que pensar y sentir algo hermoso para él». Ofréndale a ese Dios las mejores vivencias y los mejores sentimientos.

Manifiesta tus deseos sin culpa

Deja de sentir culpa por todos los deseos que tienes y por todas tus elecciones. Eres una individualización de Dios, y como tal debes amarte, respetarte, y saber que tienes derecho a desear lo mejor para ti. Eso es muy distinto es a la inoculación del miedo a no sentirse suficientemente bueno.

Cuando tienes el sentimiento de no ser merecedor, todos los demás sienten hacia ti lo mismo que tú. Entonces, ¿cómo pretendes ganar un ascenso en el trabajo, un mejor sueldo o una relación en la que te traten como te lo mereces? La culpa y el miedo a no ser suficientemente bueno te conducen a una falta total de amor a ti mismo.

Las demás personas leen tu vibración y te tratan en consecuencia, por más que exteriormente parezcas un león dispuesto al ataque. Los seres que están a tu alrededor no ven la imagen que quieres dar. Ven lo que vibras y lo que emites: Ira, envidia y celos al momento de compararte con los demás.

Todos lo sienten, aunque no sepan definirlo. Dicen: «Esta chica es muy buena, pero hay algo que no me gusta de ella y no sé qué es». ¿Ahora te das cuenta por qué no te respetan ni te dan lo que mereces, a pesar de ser en apariencia el mejor hombre o la mejor mujer del mundo?

No permitas que la culpa se convierta en el eje de tu vida. Por más que mantengas una sonrisa, lo que los demás perciben son las emociones negativas que emanas.

El miedo y la culpa te hacen sentir que no mereces

El asalto conjunto del miedo y la culpa crean en ti la sensación de no ser merecedor. Cuando tienes esa sensación de no merecer, tu autoestima muy baja, y entonces aparecen otros dos enemigos: El miedo al éxito y el miedo al disfrute. Podrías pensar que eso es imposible, porque, ¿quién no desea tener éxito y pasársela bien?

¿Quién no desea gozar de las cosas bellas de la vida? Sin embargo, pregúntate: ¿Cómo vas a tener éxito y a disfrutar de algo si sientes que no te lo mereces? En ese caso, lo que predomina en ti es nuevamente la culpa. Por eso crees que debes dar mucho para recibir algo a cambio, y te esfuerzas por complacer a los demás.

Si de verdad quieres agradar a todos, conviértete en un maravilloso ser lleno de amor y confianza en sí mismo. Te respetas cuando te sientes merecedor de absolutamente todo, aunque no pidas nada a cambio. Sabes que eres un Dios vivo que no necesita de nadie.

Si eres un ser que de verdad entiende y siente su poder, comprenderás que lo único que necesitas es un pensamiento acorde a tus deseos y un sentimiento acorde al amor. Al conectarte con este amor sabrás quién eres en verdad: Un Dios vivo que ha venido a vivir una experiencia humana.

Honra tu condición divina

Debes honrar tu condición divina dándote las mejores vivencias. Este cambio de percepción te permite salir de la falta de merecimiento. No eres solo este cuerpo físico. Imagina que el Sol es la totalidad y que tú eres un rayo que se desprende de él. Eres una parte individualizada del Sol.

Esa parte ha venido a experimentar todas las sensaciones que quieras darle a través de tu cuerpo físico. Entonces, tomando como punto de partida ese cambio de foco de consciencia, es fácil sentirte merecedor, porque ¿quién podría dudar que Dios se lo merece todo? ¿Quién dudaría en darle lo mejor?

Cuando pude entender eso, empecé a cuidar mis pensamientos, sentimientos y palabras, porque Dios mismo las estaba experimentando. Y cuando no podía evitar sentir una emoción negativa al detonarse miedos en mi, decía: «¡Ay, perdón por lo que estoy haciendo que sientas! Voy a ponerme a trabajar para salir pronto de esto».

Eso es muy diferente al miedo que nos inocularon y que nos hacía sentir que no éramos lo suficientemente buenos como para convivir a diario con Dios. Modifica ese foco de consciencia y podrás hacer grandes cambios en tu vida. Podrás pedir respeto, porque para manifestarlo primero lo tienes que sentir.

Afianzarte en los miedos te lleva al fracaso

Este miedo a no ser suficientemente bueno se manifiesta de formas muy diversas. A lo largo de mi vida profesional como terapeuta he recibido el testimonio de muy diversas experiencias. Hay seres que tienen grandes problemas y permanecen fuertes y sostenidos, y otros que tienen pequeñas limitaciones y un sufrimiento enorme.

Todo depende de la percepción personal y de cómo sobrellevas tus propias limitaciones. El dolor humano es uno solo, pero cada quien vive su propia historia. Lo que en efecto comparten todos los seres que permanecen en tercera dimensión es que siguen sufriendo a causa de este miedo a no ser suficientemente buenos.

Este miedo es uno de los mayores enemigos de la humanidad, pero casi nadie lo tiene en cuenta. La mayoría de las personas dicen: «Yo le tengo miedo a la pobreza, a perder dinero, al fracaso, a estar enfermo, a ser herido, o a la soledad». Todos conocemos esos miedos, pero ¿miedo a no ser suficientemente bueno?

Pues déjame decirte que este es el miedo original; el que te fue inoculado como requisito para que pudieras venir aquí a vivir esta experiencia humana. Este es el germen de todos los fracasos, ruinas, controversias, despojos, guerras, celos, envidias, competencias y muchas cosas más.

La salida: Reconocer tu propio poder

Eres un Dios en acción que ha venido a tener una vida humana. Entonces, ¿no te parece justo darle lo mejor a quien desea experimentar la belleza de este mundo tan hermoso? Quien no es capaz de apreciarla permanece unido al miedo a no ser suficientemente bueno, y con él, a la falta de merecimiento y la culpa.

Y por lo tanto, es creador de fracasos, problemas, discusiones, peleas y un sinfín de energías mal canalizadas. Este planeta Tierra es bellísimo; el escenario de una experiencia hermosa si la sabes vivir bien. Por esto, debes sentir el deseo de darle algo mejor al Dios en acción que eres.

Sal por completo de la idea de que existen el pecado y un Dios castigador. Lo único que existe es el amor. Todo lo que te sucede es producto de lo que observas a través de tus sentidos. Así pues, ¿estás observando el miedo a no ser suficientemente bueno? Entonces vas a experimentar la culpa y el conflicto.

En cambio, puedes elegir observar el amor y observar desde el amor. Puedes elegir la salida de tus miedos y limitaciones. Puedes recordar que tienes el poder de un Dios en acción, pero primero tienes que reconocer tu condición divina. Reconoce que todo lo creas a través de tu observación.

No hace falta dar más, sino vibrar alto

Creas fracaso a través del miedo al éxito. Tomas decisiones que no te gustan, ocasionando que los seres a tu alrededor no te respeten por muy bondadoso y generoso que seas. Los demás te maltratan porque estás vibrando en la culpa generada por sentirte poco merecedor.

Cuando sientes esta falta de amor a ti mismo, das en demasía. Recuerda siempre que los demás no te respetan por lo que les das, sino por lo que irradias. Por eso la salida no es dar de más ni mandarlos a todos al demonio. La salida está en reconocer que eres merecedor de todo.

Debes saber que eres ese Dios en acción, independientemente de qué tan bueno o malo seas. El peor ser humano que existe en este mundo también es Dios en acción. La diferencia es que está siendo dirigido por sus peores miedos y es su esclavo. Todos somos iguales, pero algunos no se reconocen como lo que de verdad son.

Si no traspasas tus miedos, cada decisión que tomes tendrá su origen en la culpa, el no merecimiento y el «no me queda otra».

Aprende a usar tu Presencia Yo Soy

Para poder ser y manifestar este Dios en acción que eres, debes aprender a usar la Presencia Yo Soy. Hay que conectarse con ella, trabajando en traspasar los miedos a no ser suficientemente bueno, al éxito y al disfrute. Aprende a vivir en conexión con tu Presencia Yo Soy y permite que te dirija. Ella te habla a través de la intuición.

Te habla todo el tiempo, pero lo que pasa es que a causa de los miedos, las desconfianzas, los fracasos y los conflictos no puedes escucharla. Es por eso que muchas personas no pueden tomar decisiones acertadas. Tienen miedo a perder seguridad, a sentirse rechazadas, al abuso, y hasta a ganar dinero.

Todo esto se deriva del miedo original, que como hemos visto, es a no ser suficientemente bueno. Está descrito en la Biblia y lo han venido repitiendo nuestros propios padres, las religiones y las filosofías. Puedes anular su efecto al conectarte con tu Presencia Yo Soy, caminando de su mano y dejándote dirigir por ella.

Una vez más, recuerda que eres un Dios vivo

Eres un ser omnipotente; basta que des una orden a través de tu Presencia Yo Soy para que todo el Universo conspire a tu favor. Considera todo el poder que tienes. Esto es algo magnífico y que me fue de una ayuda inestimable. Todo lo que te he contado es un resumen de mi propia experiencia.

Reconoce tu verdadera condición y comprobarás lo fácil que será respetarte a ti mismo. Eres un Dios vivo que se manifiesta a través de tu cuerpo físico. Solo basta que expreses una orden en forma de deseo para que todo el Universo confluya y lo ponga ante ti. Sal de los conceptos humanos. Nada de lo que te han dicho es verdad.

Crea una nueva realidad, en la cual reconoces tu propio poder y tu propia esencia divina. Ese es el respeto que debes darte y que mereces.


Si te gustó este artículo y quieres profundizar más en este tema, te recomiendo que leas el artículo anterior: La verdad nos hace libres pero, ¿qué verdad?

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