Sigue el camino del niño para lograr tu propia maestría

Es tiempo de romper muchas estructuras, porque eso es un requisito indispensable si deseas acceder a las más altas dimensiones. Para algunos, lo que a continuación les compartiré resultará relativamente fácil, pero para otros implicará tomar decisiones muy importantes y entrar en acción con esfuerzo, voluntad y constancia.

Deja de razonar como adulto

Debido a la condición especial con la que nací, el camino hacia mi propia maestría inició desde el primer día de mi vida. Así, una de las primeras cosas que hice, y que sigo haciendo hasta hoy, fue observar muy atentamente a los niños. Estaba casi obligada a hacerlo, porque era extremadamente tímida.

Muy probablemente me has escuchado contar esa historia. Desde muy pequeñita y hasta los 12 años no me quedó otra más que observar el comportamiento de mis compañeros de colegio. Ahora me doy cuenta por qué: La vía para llegar a mi propia Ascensión era seguir el camino del niño.

Eso que Jesús menciona varias veces en la Biblia, y que casi nadie entiende en realidad: Dejen a los niños venir a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Esto significa ante todo dejar de pensar y razonar como adulto. El Reino de los Cielos está abierto cuando tu mente regresa a ser la mente de un niño.

La maravillosa simplicidad de un niño

Cuando observo a los niños interactuar entre ellos, me maravilla su simpleza, su sencillez, su facilidad para transmitir amor y su falta de vanidad. Ellos preguntan: «¿Quieres ser mi amigo?« de la manera más simple, sin pensar ni un momento en el rechazo. Si el otro niño contesta: «No«, el primero dice: «Bueno«, y se va tan campante.

Es admirable esa facilidad para transmitir los mensajes de acuerdo al pensamiento puro, sin haberlo razonado antes, sin entrelazar un sinfín de cuestionamientos y sin anticipar posibles desgracias. El error del adulto es pensar: «¿Y si voy y me dice que no? ¿y si me rechaza? Mejor ni lo intento».

Cuando te atrapa el razonamiento, sales de la mente llana y simple de un niño. Como sabes, creas lo próximo que vendrá a tu vida en base a tus pensamientos, y si miras con atención, verás que el miedo al rechazo, la manipulación y el control son la base de los pensamientos de casi todos los adultos.

Manipulas y controlas por miedo a que te rechacen. Elaboras un plan A: «Voy y hablo con esa persona interesante». Pero entra en ti la duda y surge un plan B: «Mejor no me arriesgo», y das por insatisfecho tu deseo. Un niño no hace eso. Dice: «¿Quieres ser mi amigo?«, y si el otro responde ««, se ponen a jugar sin más preguntas.

El juego termina cuando uno de ellos dice: «Chao. Me voy porque mamá me espera para comer«, y listo. Compartieron un momento de amor, diversión y libertad.

Da la otra mejilla

Ahora te compartiré una gran enseñanza. Mi padre siempre decía: «Da la otra mejilla», y yo siempre me negaba. Para mi eso era dejarme someter por el otro y que hiciera conmigo lo que quisiera. Le replicaba a mi padre que él podía ser humilde y aceptarlo todo sin hacerse mala sangre, pero que para mí ese no era el camino.

Muchos años me rebelé ante esa frase que mi padre usaba tanto, hasta el día en que mi sobrina me dio la lección de mi vida y me enseñó lo que era dar la otra mejilla. Considera que esa enseñanza me la dio una niña de siete años, con una pureza y un amor inmensos.

Y ese amor era muy grande no sólo por provenir de un niño, sino porque iba dirigido hacia mi hija, a quien mi sobrina venera. Es un sentimiento tan sincero que perdura hasta el día de hoy. Se siguen amando con locura. Así pues, nunca olvidaré la lección de mi sobrina cuando me mostró el significado de lo que mi padre decía.

Un gesto de amor puro

Mi hija estaba escribiendo algo en una hoja de papel, y mi sobrina, que es menor que ella, la quería interrumpir. Entonces mi hija, enojada, le dijo: «¡Vete de aquí!«. Fue muy brusca y la trató mal. Hasta se le cayó el papel en el que escribía, y yo, que estaba frente a las dos, le contesté a mi hija: «¡Melanie! Pídele perdón a tu prima«.

Entonces, mi sobrina me dijo: «No, deja«. Recogió el papel y se lo devolvió a mi hija, diciéndole: «Sigue escribiendo«. Fue un momento de humildad, amor y aceptación total. ¿Y sabes que logró? Que mi hija, que dos segundos antes estaba enfurecida con ella, la abrazara con una ternura infinita.

No necesitaron decirse palabra alguna para volver a entrar en el amor. En cambio, muchos de nuestros enojos y frustraciones son producto de la incapacidad de dar la otra mejilla. Con frecuencia ocurre que una persona, en un momento de ofuscación y sin tener realmente mala intención, dice algo que desencadena una pelea.

Desapégate y rescátate

Por no dar la otra mejilla y dar pie al orgullo y la soberbia, las personas responden con enojo desmedido a las supuestas ofensas, y ya no tienen vuelta atrás. Un jefe trata mal a un empleado, o un compañero de trabajo a su colega, porque sus mentes de adulto los hacen reaccionar agresivamente ante ataques que imaginan.

Y como consecuencia, sostienen conflictos que pueden llegar a durar años. El germen de infinidad de separaciones y rupturas se siembra cuando preferimos entrar en confrontaciones a dar la otra mejilla. Ahora bien, comprendo que dejar de pensar y razonar como adulto no es algo simple.

Implica aceptarnos tal cual somos, sin resistencias y con desapego. Por supuesto, tampoco debes permitir que alguien te maltrate todo el tiempo. En el caso de un niño, cuando viene un adulto u otro niño y lo trata mal, lo primero que hace es salir corriendo y pedir ayuda a sus padres. Un niño no se deja maltratar por voluntad propia.

Sigue su ejemplo y no permanezcas al lado de una persona tóxica solo porque te he dicho que debes dar la otra mejilla. Copia el comportamiento de los niños cuando buscan a su madre o padre para que los ayude ante el maltrato y rescátate. Nadie que venga a lastimarte puede ser tu maestro ni tu amigo.

Actuar como niño es decir: «¿Quieres ser mi amigo? ¡Qué bien! ¿No quieres? Me voy y busco a alguien más. Si tu juego me gusta, seguimos. Si me hace daño, adiós».

Cree y no cuestiones

Un niño no cuestiona lo que le dicen sus padres. De esta manera, si alguien te comparte algo, no lo contradigas, y sobre todo, no entres en discusiones que generalmente terminan mal. No cuestiones la información y quédate con ella. Recuerda que no existe una verdad absoluta.

No existe algo que sea imborrable e inamovible. El creerlo todo te hace entrar en la totalidad del Universo, donde todo es posible. Cree y entra en el mundo de las infinitas posibilidades. Ahora bien, esto no significa que compartas todas las ideas y opiniones que llegan a ti. Simplemente no las cuestiones.

Cuando inicié el camino hacia mi propia maestría, asimilaba todo lo que venía a mí. Finalmente, hubo un momento en el que ya tenía el rompecabezas armado a partir de todo lo que fui creyendo sin cuestionar, sin resistirme y sin oponerme. Así puedes entrar en una grandiosa Totalidad que no se puede relatar de una sola manera.

Todas las piezas importan

Todas las piezas se van uniendo para que puedas ver la figura completa del rompecabezas. Si cuestionas y pones en duda la validez de la primera pieza que llega a tus manos, nunca podrás armarlo. Las demás secciones dejarán de llegar a ti, porque te cerraste y ya no permites que el Universo te muestre lo que te falta.

Nadie vendrá a contártelo si no lo deseas escuchar. Con respecto a eso, podría decirte que soy una contadora de piezas de rompecabezas. Esa soy yo, pero no voy a hacer que adquieras a la fuerza tu propia maestría. Lo que sí quiero hacer es darte esas piezas poco a poco, hasta que tengas una gran imagen.

Y a partir de esa imagen, tú mismo tendrás que lograr tu propia maestría. Yo te muestro el camino que he transitado para lograrlo, y nada más. Por eso, el no poder creer sin cuestionar es uno de los más grandes impedimentos que tienes como estudiante en este planeta Tierra.

El no creer impide que logres tu propia Ascensión, pero muy pocos se percatan de ello. A todas las personas les encanta discutir y demostrar que tienen razón.

No quieras tener la razón en todo

En realidad no importa si tienes razón o no. De hecho, nadie lo sabe, porque justo ahora estamos creando el rompecabezas con las piezas que tenemos a la mano. Cada uno tiene su propia razón y llega a su propio entendimiento. Cada uno toma diferentes vertientes a partir de diferentes formas de ver el mundo.

Tus razones pueden ser extraordinarias, pero, ¿qué tal si el otro tiene la pieza del ángulo superior izquierdo y tú la del ángulo inferior derecho? Los dos están en lo correcto y se complementan. Por lo tanto, el no pretender tener razón en todo equivale a respetar el que cada uno tenga su propia visión y su propia información.

Asimismo, sé cuidadoso cuando compartas el conocimiento que adquieras, porque los que están alrededor de ti —sobre todo los más cercanos— serán los primeros que te van a cuestionar y a hacerte dudar sobre la veracidad del camino que has empezado a transitar.

Combate el orgullo y la soberbia

Ahora sabes que se te están ofreciendo diferentes piezas del rompecabezas, y que tienes que ir reuniéndolas para crear tu propia historia. Así pues, el creerlo todo sin cuestionar nada y el no pretender tener razón en todo te abren el camino hacia la humildad.

Recuerda que no es posible entrar a una dimensión superior en este camino ascensional si no es por la vía de la humildad. Ten en cuenta que en algún punto del camino hacia tu propia maestría aparecerán delante de ti el orgullo y la soberbia. Esta es una de las grandes batallas que deberás librar.

Debes vencer la soberbia de creerte sabedor de todo y de discutir con todos creyendo tener siempre la razón, y el orgullo de no estar abierto a las creencias de los demás. Sé humilde y concéntrate en reunir las piezas para armar la imagen completa. Atrapa el conocimiento que puedes obtener de las fuentes más diversas.

Puedes obtenerlo de una frase, o quizás de una acción. Yo lo obtuve del golpe que se dejó dar mi sobrina. Hay que tener mucha maestría para observar todas las cosas y extraer su significado. Hay que tener mucho silencio y hay que dejar de pensar. Evita el querer predicar a todos y hacer gala de tu razonamiento.

No antepongas el ego al juego

Yo tengo un extenso camino recorrido en el viaje hacia mi propia maestría, pero las personas que conectan conmigo fuera de este ámbito en el cual nos encontramos y en el que me hago visible, no saben que soy maestra. Interactúo con mucha gente en mi día a día, pero no estoy enseñando a cada minuto... ¿O tal vez sí?

Tal vez sí, porque voy por la vida como maestra de la alegría, del saber tratar a la gente, del divertir y del empoderar con una palabra o un gesto de gratitud. No quiero tener razón a cada paso que doy. Los que me conocen saben que me muevo por el mundo sin mostrar mis razonamientos o mis conocimientos.

Avanzo sin pretender indicar a los demás el camino que deberían tomar. En realidad me muestro como un niño: Jugando, agradeciendo, siendo dócil y comunicándome con simpleza. Esa es mi propia maestría hacia el otro, y te puedo asegurar que todos los que me rodean no se ven invadidos por los conocimientos que he adquirido.

Así pues, predica con el ejemplo y no con la palabra, y no discutas lo que el otro desea comunicarte, porque en el momento en que quieres imponer tu razón ya no participas del juego; estás resistiéndote y estás generando conflicto en ti y en los otros. Estás anteponiendo el ego al juego.

Al cambiar te haces visible a los demás

Cuando empiezas a reunir las piezas y a integrar información, empiezas a elevarte. Empiezas a ser distinto y te haces visible al otro. Entonces los otros ven tu propia luz. De hecho, te conviertes en un foco de luz para los que están a tu alrededor, aunque seas silencioso.

Y así, los otros empiezan a tener expectativas respecto a ti, y esto puede hacerte daño. Cuando sales de las resistencias y dejas de pensar y razonar como adulto te haces visible. Cuando empiezas a creerlo todo sin cuestionar y ya no te importa tener la razón, te vuelves muy llamativo.

Eres todo lo contrario a lo que eras cuando soltabas tus opiniones a diestra y siniestra. En ese entonces no eras llamativo. ¿Y sabes por qué? Porque eras igual a todos los demás. Al cambiar y convertirte en un foco de luz, de pronto te distingues. En ese momento, los demás empiezan a tener opiniones sobre ti.

Libérate de las opiniones de los demás

Debes liberarte de toda opinión y juicio hacia tu persona. Tendrás que enfrentarte a los cuestionamientos y puntos de vista adversos de gente muy querida, y para protegerte, en ocasiones tendrás incluso que alejarte de ellos. Dentro del camino hacia tu propia maestría, hay un momento en el cual deberás caminar solo.

No obstante, esto pasará cada vez menos, porque la Tierra ahora es distinta. Están ocurriendo hitos cósmicos extraordinarios, gracias a los cuales todo este proceso ascensional aumenta y se acelera. Por lo pronto, todavía tendrás que liberarte de lo que piensan los demás sobre ti.

No debes crear tu propia crítica a partir de los razonamientos de otros. Se inamovible e inconmovible ante las opiniones ajenas, y una vez que te hagas fuerte, podrás volver a coexistir con los demás. Estarás más preparado, más protegido y listo para continuar reuniendo las piezas del gran Todo.

Recuerda que nos encontramos en el inicio de una nueva era. Por lo tanto, todo es distinto. ¡Ya no tendrás que pasar lo que tuve que pasar yo hace muchos años!

Deja atrás los modelos impuestos

Existen modelos impuestos por la sociedad, la religión, el qué dirán y la cultura de la que provienes. Basándote en ellos, piensas que si haces tal o cual cosa hablarán de ti, y hasta te parece que siempre hay alguien que te espía detrás del visillo de la puerta para crear una historia completamente ficticia sobre ti y contársela a todos.

El antídoto contra todo eso es empezar a vivir de nuevo como niño. Vive como esos pequeños seres que puedes observar en cualquier parte. Mira a tus hijos, nietos, sobrinos... Obsérvalos y trata de imitarlos a la perfección, porque son grandes maestros del desapego.

Le puedes decir a un niño que llora: «No pasa nada, mi amor. Ya pasó«, y verás que, una vez calmado, sale corriendo a jugar de nuevo con el mismo niño que lo hizo llorar. Observa su facilidad para relacionarse y para transmitir amor. Fíjate en la manera en la que abrazan a un nuevo amigo.

Y aquí surge la pregunta: ¿Por qué es importante liberarte de los modelos impuestos? Porque a nosotros se nos ha enseñado a desconfiar de todo. Te han dicho que nunca abraces a un extraño y que jamás le abras la puerta de tu casa. ¿Y qué lograron esos modelos impuestos? La creación de vidas llenas de dolor e insatisfacción.

Te sientes abandonado, pero ¿quién te acompañará si te niegas a dar un abrazo y nunca abres la puerta?

No intentes cumplir las expectativas de los demás

¿Qué caracteriza la conducta de un niño? Que hace lo que quiere, sin pensar de entrada en que debe seguir tal o cual comportamiento para que sus padres lo amen. A veces, los niños hacen algo que no cumple las expectativas, y entonces los padres les dan un coscorrón, gritándoles: «¡Ensuciaste la ropa nueva!«.

Como podrás imaginar, ese niño no tenía las expectativas del papá en mente. Sólo quería jugar, y estaba centrado en su juego. Eso era lo único que le importaba, pero como no cumplió, le llegó el castigo. Así pues, no quieras cumplir con las expectativas de alguien más. Haz lo que de verdad sientas.

Libérate y muestra lo que eres sin esconder nada, sin tener que ser o parecer algo en especial para que te quieran. Nunca te encadenes a las expectativas de otros. Para liberarte, a veces tendrás que separarte de seres que todavía están en la Era de Piscis y no quieren dejar de exigir el cumplimiento de sus expectativas.

El que no quiera cambiar, que no cambie, pero tú, que estás conmigo ahora, sí quieres cambiar. De lo contrario no estarías aquí. Así pues, no te esfuerces en cumplir dichas expectativas. Haz lo que deseas cuando tu alma te lo pida. No tienes que ocultar ni mostrar nada; si el otro no te quiere, que no te quiera.

Existen millones de seres en todo el planeta Tierra que están abiertos para amarte. Esas personas que te exigen cumplimiento no son las únicas ni las últimas.

Haz de tu vida un juego

Desde el primer instante en que entras en esta vida empiezas a jugar. La vida es, literalmente, un juego. Debes aprender a jugarlo. Dentro del Universo, el planeta Tierra es el lugar de nuestro juego. También en otras dimensiones la vida es un juego, y están jugando todo el tiempo, pero en esas dimensiones, el amor es la base de todo.

Este plano físico es el único lugar donde existe oscuridad. Por lo tanto, si quieres subir a esas dimensiones, tienes que subir jugando. Ahora, el que tu vida sea un juego no significa que tengas que manejarte con egoísmo, en detrimento de los otros jugadores. El saber jugar sin hacer daño al otro es señal de una extraordinaria maestría.

Recuerda siempre que el derecho propio termina donde comienza el de los demás. Los límites empiezan cuando inicia el daño al otro. Esto obra en tu propia conveniencia, ya que al establecer dichos límites evitas echar a andar la rueda de causa y efecto. Te cuidas de no generar un daño al otro para no obrar en tu propio perjuicio.

Cuida que tus palabras no hagan daño

En primer lugar, nunca cuestiones el sueño del otro, aun cuando intuyas o creas que está equivocado y desees advertirle. Nunca detengas ese sueño, porque con ello invades el libre albedrío de la otra persona y activas la rueda de causa y efecto. Esto ocurre porque al cuestionar el sueño del otro, impides que esa persona se libere.

Cada palabra que expresas al otro puede tener para él un valor más importante que las suyas propias. Lo mismo ocurre con tus gestos. Un buen ejemplo de lo anterior se da en el caso de un hijo que sabe que detrás de las frases de supuesta aprobación de un padre o una madre hay un gesto que significa: «Te equivocas».

Finalmente, recuerda que el adoptar la conducta de un niño incluye soltar todo, desapegarte y dejar que cada quien emprenda el camino hacia su propia maestría. Lo que de verdad importa es que empieces a transitarlo, y que lo hagas en forma consciente. Para jugar de verdad como un niño, hay que hacerlo con toda el alma.

Si te gustó este artículo y quieres profundizar más en este tema, te recomiendo que leas el artículo anterior: Sé el protagonista de tu vida.